Print this article   Email this to a friend

América Latina y el Caribe

Reunión del Comité de la IS para América Latina y el Caribe, Kingston, Jamaica

01-02 de septiembre de 2000

El Comité de la IS para América Latina y el Caribe, SICLAC, se reunió en Kingston, capital de Jamaica, los días 1 y 2 de septiembre, teniendo como anfitriones al Partido Nacional del Pueblo, PNP, y a su líder, el Primer Ministro P. J. Patterson. La reunión estuvo presidida por el antiguo Presidente de Argentina y Presidente de la Unión Cívica Radical, UCR, Raúl Alfonsín, Co-Presidente del Comité.

En la sesión de apertura de la reunión, Luis Ayala, Secretario General de la IS, se refirió a la fuerza que tiene la Internacional en el Caribe, donde, junto con Jamaica, había partidos miembros de la IS en el gobierno en Dominica, en Santa Lucía y en Barbados entre los países de habla inglesa. En el Caribe hispanohablante, también en la República Dominicana el líder de un partido miembro de la IS, Hipólito Mejía, había tomado posesión recientemente de su cargo como presidente.

Los partidos miembros de la IS estaban, dijo, en el poder en Argentina y en Chile y estaban luchando firmemente para llegar al gobierno en otros países de la región.

Al iniciar los debates, Alfonsín dijo que la reunión se concentraría en temas de suma importancia para el mundo y, en particular, para los países cuyos partidos constituían el SICLAC.

El Primer Ministro P. J. Patterson dijo: "Nunca hasta ahora en la historia, ha estado nuestro mundo sometido a un cambio de tan gran alcance", un desarrollo que requería mucho por parte de los partidos políticos. Añadió que el PNP había vuelto a considerar la declaración de su misión para el siglo XXI y había elaborado un programa llamado ''Nuevo Paradigma''.

Añadió que, a pesar del advenimiento de la economía de mercado, las personas de todo el mundo otorgaban "un gran valor a la inspiración de las ideas socialistas y solicitaban un lugar en la vida económica de su país".

En sus debates, los delegados estuvieron de acuerdo en que el problema de la globalización impuesta en el mundo actual está directamente vinculado al tema de la independencia. Acordaron que era necesario evitar la vía ultra-liberal, sin reglas o preocupaciones ambientales, que globalizará la pobreza tanto en los países en vías de desarrollo como en los países desarrollados y reduciría los derechos sociales a su más bajo denominador común, afectando negativamente al medio ambiente y extendiendo la exclusión social.

Habría que reformar las instituciones internacionales, tanto aquellas establecidas por el Tratado de Bretton Woods como aquellas normas e instrucciones de la Organización Mundial del Comercio, de modo que permitan un más justo funcionamiento del sistema comercial.

En la región latinoamericana y caribeña las fuerzas globalizadoras han limitado al extremo la capacidad de decisión nacional y aumentado las desigualdades en un contexto de desregulación de mercados y movilidad financiera especulativa de dimensión descomunal que ha provocado la supresión de programas sociales y acrecentado la exclusión.

Los países desarrollados, mientras tanto, hablan de abrir las economías, pero cuando les conviene atacan los propios mecanismos del mercado que proclaman y aparecen nuevas formas de proteccionismo.

Incluso el Centro de Desarrollo de la OCDE afirma que la globalización financiera es la causa principal "del debilitamiento de las políticas económicas nacionales respecto a los otros gobiernos, pero especialmente frente al mercado global".

La globalización produce un verdadero cambio epocal. Poco a poco, o de manera repentina, los principios del mercado y del consumismo comienzan a actuar sobre las mentes y los corazones de los pueblos. De pronto se advierte que se trata de una batalla cultural.

La globalización podría ser un proceso irrefrenable de la transformación del capitalismo, diversificación y multipolarización de los sistemas de producción, aceleración de los cambios producidos por la revolución científico-tecnológica y el poder de las comunicaciones. Pero, por el contrario, se ha convertido en la consagración de un sistema mundial autorregulado, sostenido sobre un circuito financiero virtual de miles de millones de dólares informatizados y gobernado desde un puñado de oficinas. Así, la política de cada país se reduce al desorden.

No era fácil preservar los valores democráticos cuando vastos sectores no integran el mercado, cuando la miseria despoja de su dignidad a los seres humanos.

Es necesario crear en las respectivas regiones, un sistema que facilite la integración, sobre la base de la indispensable democratización general.

SICLAC advirtió que rechazaba el miedo a estar en contra de la corriente política prevaleciente, de modo de no transigir en sus convicciones ni olvidar sus principios: "el único pez que va siempre a favor de la corriente, es el pez muerto", añadió Alfonsín.

Sobre el tema de fortalecer la democracia, los delegados manifestaron que la primera condición para ser una democracia era ser un Estado, que presupone la idea de autodeterminación a escala internacional. Nunca será posible que una sociedad concrete una democracia si se encuentra dominada o controlada desde el extranjero, donde en última instancia se toman las decisiones importantes vinculadas a su propio interés, incluso las relacionadas con la identidad nacional y cultural.

En lo que respecta al Caribe, los delegados decidieron que era urgente reconocer los problemas especiales que afrontan los micro y pequeños Estados, si ellos fueran a beneficiarse de las oportunidades ofrecidas por el crecimiento de la economía global. Estos problemas incluían:

  • Los cambios repentinos del sistema económico mundial relativos a los flujos crecientes y sin regulación del capital a corto plazo.
  • Las amenazas a la industria financiera extraterritorial en un número de países debido a regulaciones impuestas por los países del ODEC, que afectarán la ventaja comparativa que esos países disfrutaban anteriormente.
  • La vulnerabilidad con respecto al crimen, ahora globalmente organizado y que involucra el tráfico de armas y drogas ilegales e implica una amenaza a la democracia y a las relaciones estables en la sociedad y la comunidad.
  • Los términos de comercio enfrentados por los pequeños países productores de babano en la región, que amenazan las bases y las perspectivas futuras de su desarrollo económico.
  • La vulnerabilidad ante los desastres naturales que tienen el potencial de destruir la infraestructura social y económica de estos países.
  • La tecnología moderna de comunicación que representa un reto para las normas y prácticas culturales; así como la autenticidad cultural de los pueblos caribeños.

En cuanto a Colombia, el Comité hizo un llamamiento para que la aplicación del llamado Plan Colombia no signifique un incremento de la militarización o de la violencia, ni un obstáculo para la continuidad y desarrollo de las negociaciones de paz en curso, como tampoco una prolongación de la conflagración civil.

Deploró el hecho de que las elecciones celebradas en Haití el 21 de mayo de 2000, lejos de ayudar a Haití a avanzar en el proceso democrático, no han hecho sino acentuar la crisis sociopolítica del país. También, expresó su preocupación, por el hecho de que el régimen haitiano se ha puesto en una situación de aislamiento político del resto del mundo.

La reunión recalcó que el proceso electoral del 9 de abril y del 28 de mayo de 2000 en el Perú está considerado fraudulento por la comunidad política internacional, generando un cuestionamiento al origen democrático del actual gobernante, ingeniero Alberto Fujimori, en el tercer período presidencial impuesto con transgresiónde la Constitución peruana y acordó apoyar el diálogo político que se viene desarrollando en el Perú con el auspicio de la OEA. Este diálogo debe dar prioridad a la restitución de los derechos fundamentales de las personas y a un proceso de reformas democráticas.

Se reiteró la solidaridad con todos los esfuerzos democráticos de Perú y con el Partido Aprista Peruano, PAP, y demandó al gobierno del Perú que cesen todas las acciones persecutorias contra el ex candidato presidencial, Dr. Alejandro Toledo, y contra todo ciudadano que actúe en su legítimo derecho y de manera pacífica en resguardo de la democracia.

SICLAC recibió con preocupación el informe presentado por su partido miembro, Acción Democrática de Venezuela, sobre irregularidades e impugnaciones en el proceso electoral del pasado 30 de julio. El Comité hizo un llamamiento al Consejo Nacional Electoral de Venezuela a revisar de manera exhaustiva y en tiempo útil estas impugnaciones y pronunciarse sobre ellas.

DECLARACIONES Y RESOLUCIONES

Dando prioridad a la gente y promoviendo la solidaridad en el cambio global

Defendiendo y fortaleciendo la democracia: el compromiso socialdemócrata

Declaración sobre el Caribe

Resolución sobre Colombia

Resolución sobre Haití

Resolución sobre Perú

Resolución sobre Venezuela

Lista de participantes


DANDO PRIORIDAD A LA GENTE Y PROMOVIENDO LA SOLIDARIDAD EN EL CAMBIO GLOBAL

Directamente vinculado al tema de la independencia, aparece el problema de la globalización que se ha impuesto en el mundo de hoy, más allá de los deseos de las naciones, y que es visto de muy distintas maneras tanto por los sectores de derecha como de izquierda. Hay que aceptar la realidad, pero al mismo tiempo encontrar fórmulas de prevención

El documento de trabajo del Comité de la Internacional Socialista de Política Económica, Desarrollo y Medio Ambiente de fines de abril de 1996, afirma que la "globalización es la tendencia más importante de la economía mundial", pero que se hace necesario evitar la vía ultra-liberal, sin reglas o preocupaciones sociales o ambientales, que globalizará la pobreza, tanto en los países en vías de desarrollo como en los países desarrollados y uniformará los derechos sociales hacia niveles más bajos y provocará efectos negativos sobre el medio ambiente, y la propagación de la exclusión social. Sostiene además que se debe trabajar en una reforma profunda de las instituciones internacionales, tanto de las establecidas en el tratado de Bretton-Woods, como en las normas e instrucciones de la Organización Internacional del Comercio (antes GATT) de modo que permitan un más justo funcionamiento del sistema comercial. Igualmente, reconoce que es crucial mejorar el nivel de vida no solamente por razones políticas, sino además por consideraciones económicas y sociales, temas estos que requieren un enfoque de cooperación, "puesto que la globalización ha reducido enormemente la efectividad de la política económica". También reclama un "nuevo sistema de responsabilidad colectiva" para luchar contra "dogmas económicos reciclados y obsoletos", a fin de impedir que "corporaciones multinacionales y burócratas anónimos de las organizaciones internacionales influyentes -libres del peso de cualquier responsabilidad democrática- sigan tomando decisiones que afecten directamente las vidas y el bienestar de millones de personas en todo el mundo."

El Comité de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe (SICLAC), coincide con los citados conceptos del documento y además desea enfatizar la necesidad de promover la solidaridad en el cambio global, como se sostuvo en la reunión del Consejo de Oslo.

En la región latinoamericana y caribeña es de total evidencia que las fuerzas globalizadoras han limitado al extremo la capacidad de decisión nacional y aumentado las desigualdades en un contexto de desregulación de mercados y movilidad financiera especulativa de dimensión descomunal que ha provocado la supresión de programas sociales y acrecentado la exclusión.

Es indudable que también se produjo un crecimiento de la deuda y que los organismos internacionales de crédito continúan efectuando préstamos condicionados a la introducción de cambios regresivos en las políticas sociales y económicas.

El subdesarrollo global está conduciendo a la pérdida de la paz social en muchos países, a menos que se adopten medidas tendientes a mejorar las condiciones comerciales, o reducir la deuda, o transferir conocimientos. Si esto no ocurre, las empresas financieras e industriales concentrarán un increíble poder de decisión sobre el futuro de millones de personas.

Es imprescindible advertir la inmoral contradicción existente entre el avance del proceso de globalización y la naturaleza explosiva de los problemas sociales que se generan en las regiones latinoamericanas y caribeñas, que pueden derivar en serios procesos de deslegitimación, porque pretende regir también las propias misiones esenciales del Estado, como la educación, la salud y hasta el funcionamiento de las instituciones.

Los países más desarrollados, mientras tanto, hablan de abrir las economías latinoamericanas y caribeñas, pero cuando les conviene atacan los propios mecanismos del mercado que proclaman y aparecen nuevas formas de proteccionismo, restricciones a la transferencia de conocimientos cada vez más agresivas y el bilateralismo, utilizado para excluir a competidores.

En general, la democracia supo imponerse sobre los excesos de un capitalismo salvaje: combatió el monopolio y procuró evitar la explotación de los trabajadores. Actualmente, muchos de los gobiernos latinoamericanos y caribeños están inhibidos por los excesos de la globalización: los capitales financieros esquivan la regulación estatal, se pronuncia la tendencia hacia la oligopolización, se escapa a la legislación social y se produce una extraordinaria regresión en los sistemas de relaciones laborales; crece desmesuradamente el desempleo, desaparece la ética de la solidaridad, mientras aumenta la marginalidad.

Incluso el Centro de Desarrollo de la OCDE afirma que la globalización financiera es la causa principal "del debilitamiento de las políticas económicas nacionales respecto a los otros gobiernos, pero especialmente frente al mercado global... Este fenómeno ha debilitado la capacidad de los Bancos centrales de administrar las tasas de cambio así como la posibilidad de hacer efectiva la autonomía monetaria y la política fiscal de los gobiernos. Los Estados ven erosionarse la base de imposición de los impuestos a las ganancias, y los sistemas fiscales reposan cada vez más en el trabajo y el consumo."

En cuanto a las inversiones extranjeras, que son necesarias para hacer crecer las economías y disminuir la desocupación, en el mundo globalizado buscan radicarse donde tengan que pagar menores salarios e impuestos, intención que terminan por sufrir los propios países centrales.

De todos modos, se observa que el poder real ya no está en las empresas, sino en los mercados financieros. Ni siquiera en la autoridad política, cada vez más controlada por el capital especulativo.

La globalización produce un verdadero cambio epocal. Poco a poco, o de manera repentina, los principios del mercado y del consumismo comienzan a actuar sobre las mentes y los corazones de los pueblos. De pronto se advierte que se trata de una batalla cultural.

El imperialismo dejó de depender de decisiones nacionales, para basarse en las decisiones empresariales principalmente financieras que determinan sus propias políticas transnacionales. En la misma medida en que la globalización redefine y subordina a los Estados nacionales, incluso a los más fuertes, el imperialismo es recreado sobre nuevas bases y con distintas formas. A los Estados se les imponen las empresas transnacionales, que se han transformado en estructuras mundiales de poder.

En cada país, en cada sociedad, no importa cuáles fueran los indicadores de su desarrollo, las situaciones concretas que más preocupan, los desafíos inmediatos que se presentan, parece repetirse en distintas formas este antagonismo finisecular entre dos perspectivas, en apariencia opuestas y en el fondo semejantes: adaptarse rápidamente a las condiciones exigidas por la mundialización de los mercados y despedirse de las escalas nacionales o volver a las comunidades primigenias, las identidades étnicas, regionales o religiosas para defender lo que se siente amenazado.

Se trata de una de las más peligrosas trampas que deja el ciclo de crisis del Estado de Bienestar y la respuesta neoconservadora a dicha crisis. Quienes cantan loas al dios Mercado y quienes lo hacen a la patria irredenta, al caudillo providencial o al paternalismo feudal entonan las mismas estrofas milenaristas, se realimentan unos a otros y obstruyen las oportunidades reales de reconstituir el campo de las grandes coaliciones renovadoras y reformistas que intentan avanzar en una orientación integradora y anticiparse a los graves y desgarradores conflictos actuales.

Algo de este fenómeno bifronte está impregnando actualmente la cultura política de la gobernabilidad en tiempos difíciles para América Latina conjugando en un mismo discurso y -lo que es peor- en un mismo ejercicio del poder, formas autoritarias de mercado; regresión de las relaciones políticas y modernización de las pautas de producción y consumo; "decisionismo" personalista en el manejo de las instituciones y desmantelamiento de todos los instrumentos de intervención pública en el campo social.

La globalización podría ser un proceso irrefrenable de transformación del capitalismo, diversificación y multipolarización de los sistemas de producción, aceleración de los cambios producidos por la revolución científico-tecnológica y el poder de las comunicaciones. Pero, por el contrario, se ha convertido en la consagración de un sistema mundial autorregulado, sostenido sobre un circuito financiero virtual de miles de millones de dólares informatizados y gobernado desde un puñado de oficinas. Así, la política de cada país se reduce a cenizas o malezas perturbadoras, cuando va más allá de la administración supervisada de las cuentas fiscales.

Haber adoptado esta última perspectiva, resignada o entusiastamente, ha llevado precisamente a los atolladeros que actualmente se viven, a que la globalización no pueda sino verse como una amenaza o como una estructura de poder monolítica que se impone implacablemente.

En la defensa de la identidad adquiere relevancia el problema económico. Los pueblos de Estados Unidos y Europa Occidental saben hasta qué punto la continuidad de sus sistemas democráticos se afianzó a raíz del desarrollo y la prosperidad.

Inversamente, en América Latina y el Caribe tempranamente se conoce que la democracia tropieza con enormes dificultades para sobrevivir en sociedades signadas por las crisis, el subdesarrollo, y la marginación.

Con el advenimiento de la globalización y el predominio de la economía de mercado, es necesario y urgente reconocer los problemas particulares que afrontan los países más pequeños, para que ellos se beneficien de las oportunidades que pudieren resultar del crecimiento en la economía mundial. Estos problemas particulares incluyen, entre otros, y además de las consecuencias imprevistas del sistema económico global, la vulnerabilidad al crimen, que ahora está organizado globalmente, y que involucra al tráfico ilegal de armas y de drogas, lo que atenta contra la democracia, la estabilidad social y las relaciones comunitarias; la vulnerabilidad a los desastres naturales que destruyen la infraestructura crítica, tanto social como económica.

No es fácil preservar los valores democráticos cuando vastos sectores no integran el mercado, cuando la miseria despoja de su dignidad a los seres humanos, cuando la ausencia de opciones quita sentido a su libertad, cuando la ignorancia hace difícil valorar el respeto al disenso.

Constituye una amarga paradoja que las democracias avanzadas que alientan a consolidar las instituciones latinoamericanas y caribeñas sean las mismas que las castigan discriminándolas comercialmente.

Marginados comercialmente, también quedarán apartadas de las corrientes financieras indispensables para generar recursos que se canalicen hacia la inversión, la promoción del desarrollo y la resolución del problema de la deuda externa.

SICLAC sostiene que así como en el interior de los Estados Nacionales la protección de los más débiles se logra a través de la vigencia plena del Estado de Derecho, en las relaciones internacionales la protección efectiva de los países menos poderosos se logra por la vigencia irrestricta del Derecho Internacional.

Trabajar para fundar un orden internacional basado principalmente en el Derecho, más que en el equilibrio de fuerzas, se hace necesario potenciar y extender el multilateralismo, tanto en el terreno estrictamente político como económico. En todos los foros, se debe trabajar intensamente por la convivencia cooperativa de naciones libres e iguales.

SICLAC sostiene la necesidad de una integración regional. La integración por bloques económicos supone mercados ampliados, que aún con sus dificultades, ayudarán a superar la profunda crisis estructural por la que atraviesan las economías latinoamericanas y caribeñas, propiciando corrientes de auténticas inversiones y posibilidades de producción a escala mayor.

La crisis del Estado, demanda producir cambios y modificaciones en el papel del propio Estado para lograr el cumplimiento de sus fines esenciales. Es el tiempo de los grandes espacios regionales donde el desarrollo económico depende cada vez menos de un país en particular y cada vez más de la integración regional, que, de paso, sirve para evitar los efectos negativos de especulaciones financieras impulsadas por la globalización.

Uno de estos propósitos debe ser el compromiso de cada Estado de promover y sostener la práctica de buen gobierno al interior de sus propios países, así como una efectiva administración de la economía.

Es necesario crear en las respectivas regiones, un sistema que facilite la integración, sobre la base de la indispensable democratización general: compatibilización cambiaria, intercambio comercial libre, conjunto de normas jurídicas compartidas, y una voluntad común de fijar las reglas de juego de acuerdo a los propios intereses sin aspiraciones hegemónicas y sin falsas competencias, fortaleciendo el establecimiento de bases políticas sólidas de integración.

Una dificultad adicional plantea el tema de la deuda externa, sin cuya definición será más difícil generar políticas económicas con reglas de juego más claras. El Consejo de la Internacional Socialista celebrado en Bruselas decidió realizar una campaña en pro de la condonación de la deuda externa a los países más pobres. SICLAC afirma que en el caso de los países de desarrollo intermedio, es preciso encontrar metodologías que permitan un cumplimiento compatible con su desarrollo.

Es cierto que el comunismo es un programa sin futuro. Pero también es un programa sin futuro cualquiera que se base en el egoísmo y la injusticia, que irremediablemente origina una crisis moral generadora de distintos procesos de disolución social.

SICLAC considera que es prioritario lograr en todos los sectores la creación del empleo productivo y estable, así como que es una obligación indelegable del Estado garantizar los beneficios de la seguridad social.

Finalmente, reitera que puede haber otra versión de la globalización, por la que va a trabajar. Si se le incorpora la idea de la solidaridad, lo que hasta ahora no se advierte, puede significar un aumento de la eficiencia y de la producción y, si el esfuerzo fuera fundamentalmente ético, hasta de la justicia, desechando las ideas y la lógica de la marginación, las desigualdades, la exclusión social y el desarrollo no sustentable.

Para lograrlo, advierte que rechaza el miedo a estar en contra de la corriente política prevaleciente, de modo de no transigir en sus convicciones ni olvidar sus principios: el único pez que va siempre a favor de la corriente, es el pez muerto.

SICLAC reitera que se enfrentan serios problemas de penuria económica. No ignora que es esencial la estabilidad económica. Pero el gran desafío es crecer con equidad.


DEFENDIENDO Y FORTALECIENDO LA DEMOCRACIA: EL COMPROMISO SOCIALDEMOCRATA

La primera condición para ser una democracia, es ser un Estado, que presupone la idea de autodeterminación que se proyecta a la dimensión internacional. Nunca será posible que una sociedad concrete una democracia si se encuentra dominada o controlada desde el extranjero, donde en última instancia se toman las decisiones importantes vinculadas a su propio interés, incluso las relacionadas con la identidad nacional y cultural.

En nuestro presente no resulta sencillo definir los significados de la independencia y de la soberanía. Luego de la gran tarea de descolonización, comienzan a imponerse nuevas formas de dependencia que parecen generar una organización mundial desde la que no se avizoran sino nuevas y cada vez más insoportables exigencias para los miembros más débiles del sistema internacional. Sus secuelas son bien conocidas: la reducción de la independencia política de los menos poderosos y un orden económico crecientemente injusto.

Así, la inviolabilidad de los derechos civiles en el orden doméstico de los países centrales, no siempre se proyecta al orden internacional en el respeto de los derechos de los pueblos a la autodeterminación. La prédica igualitaria en el mensaje interno no se prolonga en la versión externa de la igualdad de los Estados y del consecuente respeto a sus soberanías.

El Comité de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe (SICLAC) aspira a que las convicciones que alientan la lucha sociademócrata no se paralice en las fronteras de ningún país, de modo que todos se comprometan a bregar por la justicia universal, en tiempos en que la insensatez que tiende a dominar el escenario internacional, se manifiesta crudamente en la situación económica mundial, que acentúa la brecha que separa a un centro cada vez más poderoso de una periferia cada vez más empobrecida.

Pero, por otra parte, así como no hay democracia sin independencia nacional, no hay independencia real mientras no exista un control efectivo del Estado sobre los problemas internos de los países, que suele debilitarse y hasta perderse como consecuencia de intereses ajenos a los de las mayorías. Siempre se supo que no alcanzaban las libertades negativas, así llamadas porque protegían al ciudadano frente al Estado. El problema es que tienden a desaparecer las libertades positivas protectoras de los derechos sociales.

Frente a quienes insisten en el uso del concepto de sociedad civil, se hace destacar que la acepción que prefiere el neoconservadurismo es sinónimo de una esfera no estatal, garantizada legalmente para evitar la intromisión del Estado; pero, eso sí, dominada por el poder económico y, en los países periféricos, por las familias tradicionales. Un dominio, éste, al que "naturalizan" consagrando un estatuto de las desigualdades sociales. El neoconservadurismo quiere el tipo de libertad que mantendrá las desigualdades existentes y -si las condiciones sociales y la acción política lo permiten - reinstaurar las desigualdades eliminadas por un siglo de reformas sociales. Habría un campo vedado, o agotado, para la política, la que no podría ya traspasar ciertos límites. Para los que creen que la política es, al menos antes que nada, deliberación, la idea se presenta como absurda. La sociedad apolítica no sería una deformación producto de la extensión de actitudes anómicas, apáticas, egoístas, o simplemente negligentes, sino algo por lo que vale la pena luchar, una conquista a realizar.

Pero esta observación no implica que no sea positiva la aparición de las más diversas organizaciones intermedias que siempre generan importantes y diversas formas de participación. Frente a ellas, los partidos políticos deben tener una actitud cooperativa, evitando la competitiva, aun cuando deben procurar que se entienda que las auténticas soluciones nacionales deben estar vinculadas a análisis multidisciplinarios que a veces reclaman consensos, incluso entre esos tipos de movimientos. Por lo demás, SICLAC, otorga una importancia fundamental al denominado Tercer Sector de la economía, que además de las ONG comprende a cooperativas, mutuales y al voluntariado en general insustituibles en la generalización de una práctica solidaria y en la lucha contra la desocupación.

La situación se ha tornado inviable para una gran parte de los pueblos y el problema abarca al proletariado y a la clase media, mientras se dificulta la redistribución y aumenta en forma alarmante la desocupación y la deuda.

Hoy existe la necesidad de ampliar el concepto de ciudadanía a través del reconocimiento del derecho a la inclusión, basado en la idea de inserción e integración social. Esto implica vincular derechos sociales con obligaciones morales, experimentar nuevas formas de oferta de trabajo; perfeccionar los sistemas educacionales y de formación profesional y desarrollar un espacio intermedio entre empleo asalariado y actividad social, cuyo objetivo debe ser combatir la exclusión, que elimina la autoestima e imposibilita la participación. Así se alejará el peligro del populismo, grave deformación de la democracia, producto de sus fallas y de sus límites, instrumento útil para movilizar demagógica y engañosamente a sectores desposeídos y postergados, y que siempre, desde el punto de vista de la libertad, constituye una regresión.

SICLAC proclama que el derecho a las libertades individuales es una trampa si deja de preocupar la igualdad. Igualdad política que supone distribución económica y distribución del conocimiento. No es posible separar la libertad de la igualdad. El dogmatismo de las teorías neoliberales está en pensar que sí lo es y en sostener que ambas son contradictorias y excluyentes. Sin embargo, bien se sabe -y se sabe porque no deja de recordarlo la realidad-, que no basta proclamar y asegurar constitucionalmente y con leyes positivas, la libertad civil y política de los ciudadanos. SICLAC sabe que ese reconocimiento puede ser sólo formal, ya que el uso que puede hacer de ella el marginado y desposeído no es el mismo que le es dado al ciudadano satisfecho. Es cierto que hace falta un buen número de libertades negativas para poder ejercer positivamente la libertad, así como proteger del despotismo o la arbitrariedad, pero esa garantía no es suficiente. Sin educación, sin salud, sin trabajo, sin todo aquello que hace de una persona una persona normal, es muy difícil gozar de la libertad.

De esto se deriva una importante conclusión ética: las oportunidades para alcanzar tales bienes tienen que distribuirse equitativamente entre ellas, por lo que el proceso democrático adquiere la extraordinaria importancia de ser un requisito de la justicia distributiva.

Por otra parte, la participación que genera impulsa procesos que promueven virtudes ciudadanas que siempre han sido consideradas indispensables para el establecimiento de un buen sistema político.

SICLAC destaca la relación existente entre libertad de expresión y participación, puesto que hace a su naturaleza que las decisiones colectivas se tomen en el marco de un amplio debate y discusión públicos, lo que lleva a una concepción más amplia de la libertad de expresión, que muestra dos dimensiones: una negativa y otra positiva. En función de la primera debe prohibirse toda acción que la menoscabe, como por ejemplo la censura, la clausura de medios, la persecusión de periodistas, o presiones de cualquier tipo. Su correlato es la obligación de difundir información veraz y objetiva, sin perjuicio del respeto a la libertad de opinión del emisor. La segunda, importa una acción positiva del Estado tendiente a procurar la mayor pluralidad posible en materia de información. El derecho a la información comprende el de investigar, recibir y difundir información y opiniones a través de las distintas clases de medios.

SICLAC coincide con quienes sostienen que una comunicación monopólica u oligopólica es propia del autoritarismo, mientras que una circulación múltiple de la información es un instrumento indispensable de la democracia, así como que un adecuado equilibrio entre los medios comerciales, comunitarios y gubernamentales satisfaría el requerimiento de una discusión más libre y racional y evitaría que por su omisión se fortalezcan los intereses alejados de las ideas mayoritarias.

El sentido de la responsabilidad implica la voluntad de participación, que es un movimiento destinado a agrandar los espacios de libertad, de bienestar y de relación humana. No puede ser impuesto desde factores externos a la vida misma de los que participan, pero necesita del estímulo y del apoyo del conjunto de las instituciones públicas y privadas.

Es un movimiento que provoca cambios en la mentalidad colectiva y, consecuentemente, en las instituciones. Estos cambios están dirigidos a promover la integración de los ciudadanos entre sí, así como entre éstos y sus organismos representativos y a recuperar la solidaridad y el sentido de unión nacional.

El concepto de esta democracia participativa representa una extensión e intensificación del concepto moderno de democracia, y no se contrapone en modo alguno al de democracia. Toda democracia es formal, en tanto implica normas y reglas para contener, delimitar y organizar la actividad política y el funcionamiento de las instituciones del Estado y de la sociedad. Y toda democracia, por definición, implica también la participación de la ciudadanía en las decisiones políticas. Recordar que en Atenas, quien no participaba activamente en los problemas de la ciudad era considerado un idiota. Del mismo modo, un pueblo que ya no quiere nada, que ignora lo que quiere y que no es capaz ya de desear, se convierte en un pueblo pronto a abrazar cualquier ideología. La crisis social estriba en esa potencialidad.

SICLAC insiste en que la democracia se afirma sobre dos pilares: libertad e igualdad. Está de acuerdo con quienes sostienen que la igualdad se basa en mecanismos de redistribución que logren efectivizar una reasignación permanente de los bienes primarios e igual acceso a los servicios colectivos: vivienda, educación, salud, etc.; así como con quienes afirman que si bien existe la justicia como valor absoluto, el contenido de la ética social, o sea, el conjunto de valores que privilegia una sociedad determinada, que varía según las circunstancias, se concreta en la ley, que debe expresarlos. Y el hecho de que la ley concrete a esos valores, supone la existencia de la democracia y el Derecho que ella crea abre un camino reformista hacia el socialismo democrático al construir la legalidad que expresa los deseos de la sociedad y recibir de ella, la correspondiente legitimidad.

SICLAC cree que, en última instancia, la injusticia social y la necesaria transformación de las estructuras económicas y sociales, se debe a desajustes morales: egoísmo, avaricia, falta de amor en el hombre, cuya reforma no podrá ser hecha sino a través de la educación, que promueva una moral austera, tolerancia, honestidad intelectual, sentido de responsabilidad, dignidad y fundamentalmente la comprensión del valor sagrado de la persona. El reordenamiento democrático precisa del concurso de todos desde su lugar de trabajo y desde su respectivo grado de responsabilidad para hallar marcos de acción común tanto en la distribución de los recursos como en la generación de los mismos. Reglas de convivencia, valores consensualmente aceptados, cursos de acción compartidos, hacen a la esencia de esta actual etapa forjadora, con miras a un horizonte abierto que ya se vislumbra, pero demasiado lejanamente.

El llamado a una convergencia de fuerzas políticas y a la concertación de fuerzas sociales en el marco de un pacto democrático fundante de esta nueva etapa no hace más que interpretar el anhelo y las expectativas centradas por los pueblos en este momento histórico. Para encarar estos desafíos se precisa una nueva capacidad colectiva de cooperación y participación, dispuesta a remover antiguas taras, estructuras injustas y comportamientos caducos. Hacen falta transformaciones profundas y SICLAC está dispuesto a llevarlas adelante, con la voluntad popular decidida a realizarlas y consolidarlas.

El sistema representativo hace que no haya democracia sin partidos, sin actores propiamente políticos. Se ha dicho que los acuerdos entre distintos partidos, diluyen los aspectos más "innegociables" de cada uno, o que los llevan a una actitud centrista. SICLAC piensa, no obstante, que los acuerdos interpartidarios comienzan a hacerse necesarios, para adquirir la eficacia imprescindible a fin de defender los componentes democráticos de la institucionalidad, sobrepasados por la influencia de los sectores económicos más importantes y por los medios masivos de difusión que se ponen a su servicio. Esto, por supuesto, está referido a lo que comúnmente se denominan partidos "progresistas", vocablo sin duda ambiguo, pero suficientemente expresivo de lo que se intenta decir aquí, puesto que los ubicados en la derecha se acomodan con más plasticidad a la nueva situación, mientras otros adoptan formulaciones híbridas de populismo o "qualunquismo".

SICLAC reitera que su concepción de una sociedad justa, pensada como alternativa a la crisis, supone un pacto social que se articula a través de la proyección de dos principios: el de la libertad y el de la igualdad. En este sentido, es necesario tener presente que el valor de la libertad depende de cómo ella está distribuida y que el valor de la igualdad depende de qué es lo que se distribuye en forma igualitaria. Por un lado, todos tienen el mismo derecho a gozar efectivamente de la libertad; por otro, la distribución igualitaria debe comprender todos aquellos recursos necesarios para el ejercicio pleno de la libertad. De este modo, la aparente tensión entre libertad e igualdad se supera a través de una distribución igualitaria de la libertad.

Este es el núcleo de una ética de la solidaridad. La libertad equitativamente distribuida implica el deber de mejorar la situación de los menos favorecidos. Supone además, un enfoque amplio de los derechos humanos. Ellos se violan no sólo por agresiones directas sino también por la omisión de proporcionar los recursos para una vida digna y autónoma. SICLAC coincide con quienes señalan la imposibilidad de compatibilizar la igualdad con una concepción económica que impulsa cada vez mayores desigualdades.

En muchos aspectos, cualquier sociedad ha sido y hasta cierto punto continúa siendo una sociedad fuertemente influida por el egoísmo de sus clases dirigentes; incluso un cierto pensamiento individualista cree aún que la armonía social es posible fomentando ese egoísmo. Ese egoísmo ha debilitado la solidaridad social, generando situaciones de desamparo y miedo que han hecho a las personas particularmente permeables a las pseudosoluciones mesiánicas -populistas y otras-, en las que el individuo aislado busca una instancia en la cual reconocerse y bajo la cual protegerse. El egoísmo ha sido así caldo de cultivo tanto del autoritarismo pseudoliberal como del mesianismo populista. Contra esos callejones sin salida se impone afirmar una ética de la solidaridad, que procure poner de relieve la armonía de la innovación, desvirtuada tantas veces por el egoísmo.

SICLAC entiende que una ética de la solidaridad implica que la sociedad sea mirada desde el punto de vista de quien está en desventaja en la distribución de talentos y riquezas. En una sociedad con creciente complejidad, donde chocan múltiples intereses y en la que han caducado los mecanismos corporativos de relación social, es preciso imaginar y construir un sistema de equidad social en la organización democrática de la sociedad y de igualdad en la búsqueda de la realización personal.

Es aquí donde acude a la idea del pacto democrático, esto es, de un acuerdo que al tiempo que salvaguarde la autonomía de los sujetos sociales, defina un marco compartido en el interior del cual los conflictos puedan procesarse y resolverse y las diferencias coexistan en un plano de tolerancia mutua. Para presentar una versión válida del pacto democrático efectivamente conciliable con una ética de la solidaridad es necesario enriquecer y, por lo tanto, redefinir la noción tradicional de ciudadano -o de ciudadanía-, reconociendo que ella abarca, además de la igualdad jurídico-política formal, otros muchos aspectos, conectados con el ser y el tener de los hombres, es decir, con la repartición natural de las capacidades y con la repartición social de los recursos. Es claro, hay una distribución natural desigual. Hay, asimismo, una distribución social e histórica desigual de riquezas, status y réditos. Esas desigualdades acarrean consecuencias que son incoherentes o contradictorias con el hecho de reconocer a cada ciudadano como miembro con igual dignidad en el seno de la cooperación social.

Este reconocimiento amplía el significado de los derechos humanos, que no sólo son violados por las interferencias activas contra la vida, la libertad y los bienes de las personas sino también por la omisión al no ofrecer las oportunidades y recursos necesarios para alcanzar una vida digna. Un pacto democrático basado en esa ética de la solidaridad supone la decidida voluntad de que esté sustentado en condiciones que aseguren la mayor justicia social posible y, consecuentemente, reconoce la necesidad de apoyo a los más desfavorecidos.

SICLAC propugna una indispensable modernización que esté en concordancia con las premisas y condiciones del proyecto de sociedad que propone. Quiere poner en marcha un proceso modernizador tal que tienda progresivamente a incrementar el bienestar general, de modo que la sociedad en su conjunto pueda beneficiarse de sus frutos.

Una modernización que se piense y se practique pura y exclusivamente como un modo de reducir costos, de preservar competitividad y de acrecentar ganancias es una modernización estrecha en su concepción y, además, socialmente injusta, puesto que deja por completo de lado las consecuencias que los cambios introducidos por ella acarrearán respecto del bienestar de quienes trabajan, y de la sociedad en su conjunto.

Frente a una modernización que se basa en el refuerzo de los poderes privados, y otra que se basa en el refuerzo de los poderes del Estado, la modernización en democracia y en solidaridad supone reforzar los poderes de la sociedad, autónomamente constituidos.

Descentralizar el funcionamiento del Estado significa al mismo tiempo abrirlo a formas de participación que serán tanto más consistentes cuanto mayor sea su grado de desconcentración. Descentralizar es un movimiento no sólo centrifugo sino también descendente, que baja la administración estatal a niveles que pueden reservar a las organizaciones sociales intermedias un papel impensable en un sistema de alta concentración.

Esto permite que los ciudadanos participen de decisiones que los afectan en instituciones inmediatas a su propia esfera de acción. En la medida en que esas instituciones tengan poder efectivo, esta participación no será un mero ejercicio cívico sino que tendrá efectos importantes para la vida de los individuos, que asumirán con más profundidad su papel de actores y -por lo tanto- de custodios del sistema democrático.

La democracia es, en definitiva, la lucha permanente por la extensión y profundización de los derechos humanos, y en este momento particular de la historia, cuando se inicia una nueva etapa en la organización del trabajo colectivo, signada por la incorporación de tecnologías que modifican de cuajo métodos y estructuras vigentes en los siglos anteriores, deberá ser también la regla de convivencia entre los distintos pueblos y regiones del mundo.

No podrá haber democracia sólida y duradera para cada sociedad en particular si la organización política y económica internacional no se rige por los mismos principios y valores. La coexistencia de pueblos ricos y pueblos pobres, de pueblos organizados libremente y de pueblos sometidos al autoritarismo, es incompatible con el funcionamiento de una sociedad internacional pacífica y armónica, una sociedad que ya los mecanismos de interrelación económica y los modernos sistemas de comunicación han convertido en realidad inapelable. Esa sociedad internacional, que comprende por primera vez en la historia al conjunto de la humanidad, interrelacionada e interdependiente de una manera tan global e irreversible, debe ser también una sociedad solidaria.

Si la defensa de los derechos humanos implica no sólo la oposición a las interferencias activas en perjuicio de la vida, la libertad y la integridad de los individuos, sino también la disponibilidad de recursos y oportunidades para que ellos puedan desplegar al máximo sus capacidades, las relaciones entre los pueblos no pueden ni deben basarse sobre una desigual distribución de recursos y oportunidades para su desarrollo. El actual orden económico internacional, en tanto traba o limita el crecimiento de tantos pueblos de la Tierra, es un orden que poco se compadece con los derechos humanos y con los ideales de la gran revolución democrática en la que nos hallamos enrolados.

SICLAC reafirma su utopía: desea una democracia en la que todos posean los medios indispensables para accionar políticamente en un nivel tolerable de igualdad, garantizando a todos ciertos derechos, oportunidades y obligaciones necesarias para que exista.

Lo que quiere construir y proteger se define por ser un Estado Soberano, un Estado de Derecho que respeta la división de poderes; que protege a los hombres y mujeres que habitan la tierra; que garantiza la posibilidad de la alternancia; que tenga en cuenta la diversidad y pluralidad propia de una sociedad moderna, que reconozca y trabaje sobre las condiciones que generan y profundizan las desigualdades y exclusiones. Que sepa que si niega la diversidad pervierte autoritariamente a la democracia; si niega o especula mezquinamente con la existencia de desigualdades, exclusiones e injusticias, se queda sólo con la cáscara democrática de las instituciones.

Así concebida, la sociedad es el cimiento sobre el cual se debe construir y fortalecer la libertad, la igualdad y las reformas económicas. Porque una sociedad es una comunidad de hombres y mujeres respetados y que respetan a los demás; que son ciudadanos porque son capaces de expresar su voluntad y asociarse para ello. La ciudadanía no es una condición pasiva, es una oportunidad, una posibilidad de llevar una vida activa, plena de participación y responsabilidad en el proceso político, en el mercado laboral y en la sociedad. Las mujeres y hombres de nuestras regiones que trabajan, viven, sufren y sueñan en ella tienen, como ciudadanos, un papel fundamental para cumplir en la consolidación de la incipiente democracia; pero necesitan ver esa democracia más de cerca, encarnada en sus experiencias de cada día, en la calidad material y espiritual de sus vidas, en sus relaciones cara a cara con los demás, en el trabajo y en el reposo; en la plaza pública, en la inmediatez de la calle que día a día recorren, del barrio que los alberga, en la cotidiana y a menudo olvidada vivencia de lo cercano y lo familiar. Por eso la democracia amplia, profunda y participativa que se quiere, tendrá que ser una democracia vivida y ejercida diariamente por todos.



DECLARACION SOBRE EL CARIBE

Original: inglés

El Comité de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe (SICLAC), reunido en Kingston, en relación con el tema "Dando Prioridad a la Gente y promoviendo la Solidaridad en el Cambio G



Actividades afines

Si busca una reunión anterior, favor consulte la sección BIBLIOTECA.