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Congresos

XIX Congreso de la Internacional Socialista, Berlín

15-17 de septiembre de 1992


DECLARACION SOBRE LA ECONOMIA MUNDIAL

Una asociación mundial para el desarrollo sostenible

1. En la reunión de su Consejo en Nueva York, en 1990, la Internacional Socialista subrayó la necesidad de un orden mundial más equitativo, democrático y previsible. A medida que se han ido desvaneciendo las fronteras entre el Este y el Oeste, tanto económica como políticamente, ha surgido un nuevo mundo multipolar. El mejoramiento del orden mundial debe tener en cuenta esa multipolaridad y, especialmente, la creciente separación entre los países que disfrutan del progreso económico en curso y aquéllos que corren el riesgo de quedarse cada vez más marginados. Un desarrollo desigual hace peligrar la democracia, puede conducir al nacionalismo político y la xenofobia, y constituye la base de la pobreza y de la degradación ambiental.

Las economías nacionales que se están reformando no pueden permitirse una década de crecimiento negativo y tasas de inversión recesivas. La reciente e intensa preocupación del Banco Mundial de abordar las cuestiones de la pobreza y la ambición de la UNICEF de asegurar ''unos ajustes con una cara humana'' llegan muy a propósito. Estas cuestiones han de figurar en la primera plana de la agenda para el desarrollo.

El crecimiento sostenible y los programas para combatir la pobreza se tienen que implantar para todos los países en fase de reforma, incluyendo especialmente las lagunas entre la financiación interna y la financiación externa, así como la exigencia de unos adecuados esquemas para la financiación del desarrollo por medio de los entes públicos y las instituciones privadas correspondientes.

La tradición de la socialdemocracia, basada en la elección de una economía mixta, un Estado de bienestar que ofrezca una red de seguridad básica y la democracia política, así como el refuerzo de la cooperación internacional, pueden mostrar el camino para abordar esos urgentes problemas.

 

2. Ante todo, hay que reconocer que los gobiernos tienen que desempeñar un papel esencial en la eliminación de la disparidad entre ricos y pobres y en el fomento del proceso de desarrollo humano. Las fuerzas del mercado suelen ser siempre más eficaces en la asignación de recursos y en la producción directa de bienes y servicios. Al mismo tiempo, los gobiernos -tanto en el plano nacional como en el internacional- tienen que desempeñar un papel limitado pero esencial para corregir las deficiencias del mercado, establecer un sistema eficiente y equitativo de tributación y reglamentación, apoyar las infraestructuras públicas, promover el desarrollo humano, mejorar la justicia social con un sistema de gobierno interno bueno y eficiente, y apoyar un desarrollo sostenible en todo el mundo mediante financiación adicional y otras medidas.

 

3. La función de los gobiernos debe desarrollarse de acuerdo con los principios democráticos. Los derechos humanos, incluidos los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales, son valores universales que tienen sus orígenes en todos los continentes del mundo.

 

4. La democracia nacional es esencial para luchar contra la personalización del poder, contra la negación de las libertades fundamentales y de los derechos humanos y contra el predominio de gobiernos no elegidos e irresponsables que tienen consecuencias perjudiciales para el desarrollo humano y la eficacia económica. Los organismos y gobiernos exteriores deben prestar el máximo apoyo a todas las democracias nacientes del mundo.

La democracia internacional es esencial para integrar a todos los países en la economía mundial, en pie de igualdad, adoptando decisiones internacionales plausibles en cuestiones mundiales como el comercio, reforzando el desarrollo y aportando recursos a las instituciones financieras internacionales, así como aumentando la responsabilidad de las economías más avanzadas en las relaciones internacionales. La tarea que aguarda consiste en lograr el crecimiento mediante un desarrollo sostenible, medido por los dos imperativos de la equidad y de la integridad ambiental, no sólo dentro de los países sino también entre ellos. Dado que el desarrollo humano puede considerarse la preocupación central para el decenio de 1990, se necesitan políticas a largo plazo en la esfera del comercio y de la financiación adicional.

 

5. Las cuestiones comerciales son sumamente importantes para el desarrollo mundial y la eliminación de las transferencias de recursos negativas. La Internacional Socialista hace un llamamiento a la Comunidad Europea y a los Estados Unidos de América para que depongan de una vez sus políticas (neo)proteccionistas y concierten un acuerdo sustancial para terminar con éxito la Ronda Uruguay. El reforzamiento del GATT, un orden comercial liberal y la estabilización de los precios de los productos básicos requieren atención urgente. Hace falta un plan de acción para utilizar la financiación compensatoria a fin de resolver los problemas estructurales en el campo de la oferta. En la Ronda Uruguay deben reconocerse las reducciones arancelarias y cuantitativas hechas en virtud de programas de ajuste estructural.

La comunidad internacional debe convenir en que, al diseñar mercados unificados, se debe prever razonablemente el mantenimiento y, en realidad, la ampliación del acceso preferencial de los países en desarrollo a los mercados del Norte. Se debe prestar atención especial a las medidas de inversión relacionadas con el comercio que se considere puedan tener sobre él un importante efecto deformante. En interés de un desarrollo sostenible, se deben vincular al orden comercial liberal las consideraciones ecológicas. Un GATT reforzado debe vigilar y sancionar claramente las medidas de protección ambiental. La UNCTAD puede servir de foro único para supervisar las relaciones Norte-Sur. La Internacional Socialista apoya a sus partidos miembros en el Canadá y los Estados Unidos en su oposición al Tratado de Libre Comercio entre esos dos países y llama a los partidos miembros a rechazar cualquier arreglo de integración comercial y económica de tipo neo-conservador o de corporación multinacional.

 

6. En el campo de la financiación, la comunidad internacional tendrá que garantizar que todos los países cuenten con recursos suficientes y con las condiciones adecuadas para ejecutar sus programas de reestructuración y modernización. Una grave escasez de financiación podría debilitar el impulso principal de la estrategia de desarrollo para el Este y el Sur. El mecanismo del mercado no proporcionará automáticamente las corrientes de fondos internacionales de inversión a largo plazo que se requieren para la eficiencia mundial, ni se traducirá necesariamente en un equilibrio adecuado en la distribución de esos fondos.

Esta situación se puede mejorar aliviando la carga de la deuda y con una mayor coordinación de políticas, así como con una función reforzada del FMI/Banco Mundial (en cooperación con los bancos regionales de desarrollo) para alentar a los países superavitarios a que realicen ajustes (es decir, un recargo fiscal en las cuentas con superávit), así como mediante la creación de sociedades internacionales de inversión para garantizar niveles adecuados de financiación a los países de ingresos medios y más pobres. Para evitar esa sucesión de tendencias inflacionarias y recesionarias que resulta especialmente perjudicial para los países en desarrollo harán falta nuevos incentivos, así como mecanismos institucionales que ofrezcan mayor seguridad contra los riesgos implícitos para acreedores y deudores. La forma de financiación de las corrientes de ayuda tiene efectos mundiales. Los aumentos de la ayuda financiados con impuestos tienen menos repercusiones en los tipos de interés mundiales y, por lo tanto, consecuencias menos perjudiciales para los países en desarrollo que la financiación mediante el aumento de los créditos. Debe darse nuevo impulso a la creación de DEG (Derechos Especiales de Giro), limitándola a los países menos solventes y a una cuantía que iguale la transferencia negativa de recursos de esos países al mundo industrializado.

Los programas de desarrollo requieren niveles de inversión mucho más altos, ya que la inversión ha de cubrir las necesidades de los países en desarrollo, la reestructuración de las antiguas economías comunistas, y la reactivación de las economías industrializadas y los costos de un desarrollo sostenible ambientalmente satisfactorio.

La reforma política y económica en los países en desarrollo y en las economías en transición sólo tendrá éxito si las inversiones públicas y privadas crecen a razón de cuotas sensibles y superiores a las de los niveles actuales.

En el proceso de la toma de decisiones respecto a los tipos de intercambio y de interés, los gobiernos que tomen, precisamente, las decisiones correspondientes han de tener también en cuenta los intereses de los países desarrollados. Los deficitarios presupuestos que, tanto en los Estados Unidos como en tantos otros países, producen el aumento de los tipos de intereses y que hacen que las tasas de intercambio salten irregularmente en el mundo entero imponen un régimen de disciplina más alto para las instituciones signatarias del Tratado de Bretton Woods acerca de las economías nacionales occidentales para establecer un ordenamiento monetario internacional más estable, ponderable y equitativo.

 

7. Las reducciones rápidas e importantes de los gastos militares, teniendo en cuenta los gastos legítimos de las operaciones tanto de pacificación como de mantenimiento de la paz en el marco de las Naciones Unidas, y de las subvenciones agrícolas constituyen las dos formas más importantes de reasignar recursos importantes a actividades más productivas para el desarrollo. Como primera prioridad, la Internacional Socialista pide una reducción fija de los presupuestos militares de todos los países. Esos fondos y otros adicionales deben utilizarse en parte para aumentar sustancialmente la reposición de recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF-10) del Banco Mundial, que concede préstamos prácticamente sin interés a los países de bajos ingresos para combatir la pobreza y promover el desarrollo humano. Además, todos los países miembros deben convenir plenamente en el incremento de las cuotas del FMI, y pedimos a los países donantes que se comprometan a aumentar como mínimo en un 0,7 por ciento de su PNB la ayuda para el desarrollo en ultramar, con exclusión del incremento ecológico. Para el año 2000, el 1 por ciento del PNB del mundo desarrollado debería invertirse en esa ayuda, concediendo especial atención a las políticas de desarrollo humano eficiente y efectivo. La financiación adicional es un requisito vital para ejecutar con éxito un programa de desarrollo sostenible.

 

8. La Internacional Socialista se siente especialmente preocupada por que los resultados de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992, no peligren por la falta de voluntad para suministrar recursos nuevos y adicionales para ejecutar el Programa 21 y luchar contra la pobreza, y pide a todos los países industrializados que acepten la necesidad de aumentar los recursos por encima de sus presupuestos actuales de ayuda exterior.

 

9. En muchos países, la crisis de la deuda ha dejado de ocupar el primer plano de la atención pública. Aunque la situación ha mejorado en muchos de ellos, esa deuda sigue siendo un elemento integrante de la intensificación del círculo vicioso del rendimiento decreciente y la marginación de muchas naciones de todo el mundo.

Como primera prioridad, los que tienen poder para decidir deben adoptar una estrategia coherente para la deuda que ofrezca un alivio sustancial de la carga, proporcionado al nivel de dificultades económicas, y que incluya todos los tipos de deuda hacia acreedores bilaterales, multilaterales o privados. La rápida actuación para aliviar la carga de la deuda de Polonia y Egipto, mucho más allá de los Términos de Toronto, demuestra que, si se aplica la misma voluntad política, será posible también reducir amplia y rápidamente la deuda estatal de los países de bajos ingresos, especialmente los africanos.

Habría que acordar nuevas asignaciones de DEG para ayudar a los países en desarrollo a que, sobre todo, hagan cara a las transferencias de recursos seriamente desfavorables.

También con carácter prioritario, los países industrializados deben convenir en aplicar plenamente los Términos de Trinidad, como siguiente medida importante para reducir los niveles de la deuda bilateral y para expresar su clara voluntad política de reducir sustancialmente los niveles de la deuda de los países africanos.

El alivio de la carga de la deuda es un requisito necesario para la reforma política y económica en todo el mundo.

 

10. Casi todos los países del mundo han emprendido, con más o menos grado de dificultad, el camino de la reforma económica y de los programas de relanzamiento económico, haciendo un uso más eficaz de las fuerzas del mercado a efectos de lograr los objetivos nacionales. Esto se aplica tanto para muchas economías nacionales de Europa occidental que están estancadas como también para muchos de los países latinoaméricanos, africanos y en el tercer mundo agitados por las crisis, así como en estos últimos años también para las economías nacionales de Europa central y oriental que, por cierto, se encuentran en un proceso transitorio de cambio profundo.

Lo que parece ser una primera lección del período inicial del proceso señalado está muy claro: para que la transformación económica tenga éxito necesitamos un nivel de asociación internacional más desarrollado, un marco de carácter mundial o regional como base fundamental, por el cual podamos avanzar en todos los aspectos tan difíciles de la reforma. Ambos elementos son cuestión del compromiso político, de la solidaridad y de unas contribuciones específicas como, por ejemplo, la dotación de recursos financieros y la implantación de unas políticas de liberalización del comercio y del mercado de trabajo que respondan a las exigencias de las economías que se están reformando.

Pero lo que hasta es incluso más importante que una ayuda externa es la necesidad de asegurar que la descentralización crucial del poder económico la lleve a cabo un Estado lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarse a dos tareas individuales esenciales: primero, la de garantizar un nivel de redistribución necesario para asegurar la cohesión social y, segundo, la aceleración del desarrollo humano (desarrollo y formación profesional) que es necesario para mejorar los niveles de productividad. En caso que el Estado y, en general, la sociedad fallaran en el cumplimiento de esas dos tareas, entonces aumentaría el riesgo de que la descentralización económica vaya seguida por un deterioro en la estructura social, con lo que, por consiguiente, se produciría un sufrimiento agudo y se pondría en peligro el propio proceso de reforma. Éste, por cierto, podría convertirse así en una seria amenaza para la seguridad.

Los partidos miembros de la Internacional Socialista ven, por tanto, con preocupación las dificultades que hay para llegar a un régimen amplio de asociación de las naciones. Y, aunque la responsabilidad de la reforma la asuman los países que se están reformando, la Comunidad Internacional no puede hacer caso omiso de la responsabilidad que, al respecto, también le corresponde. La respuesta tardía y en general inadecuada a la crisis internacional del endeudamiento ha sido perjudicial para el desarrollo de muchas naciones, prolongando así innecesariamente el sufrimiento de los pueblos ya bastante apesadumbrados. Es desastroso que las iniciativas tomadas en numerosos foros internacionales, inclusive en el Banco Mundial, se hayan visto detenidas repetidas veces por los gobiernos conservadores del Norte.

 

11. Los socialistas democráticos tienen una larga tradición en el fomento de la justicia social y del internacionalismo, así como de respaldo a las Naciones Unidas.

La toma de decisiones económicas se tendría que conferir a las Naciones Unidas y a las instituciones del Tratado de Bretton Woods. La gestión de una economía mundial tiene que estar basada, por una parte, en un conjunto de reglas y de procedimientos aceptado por todas las naciones y, por otra parte, en un sistema justo y eficaz para llevar a la práctica las reglas convenidas. El sistema de las Naciones Unidas tiene que englobar a unas organizaciones internacionales reforzadas -sobre todo en el sector de las finanzas y del comercio- para mantener la estabilidad de los precios y de los términos del intercambio, para canalizar debidamente los superávits y los déficits, para asegurar una financiación adecuada del desarrollo en los países más pobres del mundo y para asegurar el libre y equitativo acceso a todas las formas del comercio mundial. Las políticas de reforma se tendrían que centrar en el alivio de la pobreza y en un desarrollo sostenible. El sistema de Bretton Woods tendrá también que volcar sus esfuerzos sobre estas cuestiones, si es que se pretende realizar una contribución constructiva en los años noventa.

Es de esa manera como podemos progresar hacia un mundo en el que, al llegar el año 2000, la pobreza y la miseria se habrán reducido de manera considerable, la degradación económica se habrá reducido radicalmente y la seguridad de todos los pueblos habrá aumentado sustancialmente.

 

12. Siguiendo la tradición de los informes de Brandt y de Manley, la Internacional Socialista preparará un informe y una estrategia política para la integración del antiguo segundo mundo y el tercer mundo en un sistema de Bretton Woods reformado, basado en la previsibilidad, la equidad y la eficacia. Unos niveles adecuados de financiación del desarrollo, combinados con políticas de transformación estructural centradas en la mitigación de la pobreza y el desarrollo sostenible, son requisitos previos para el éxito de las reformas en el antiguo bloque comunista, así como en muchos países en desarrollo. Concentrarse simplemente en las fuerzas del mercado conducirá a una mayor desintegración de la economía mundial. Es necesario cambiar las instituciones internacionales para integrar a todos los países del mundo en un orden internacional más justo.