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Congresos

XIX Congreso de la Internacional Socialista, Berlín

15-17 de septiembre de 1992


EL MEDIO AMBIENTE Y UN DESARROLLO SOSTENIBLE:
PRIORIDADES PARA LA ACCION

Un desarrollo sostenible y equitativo es un importante desafío de nuestra época.

El aumento de la desigualdad en el desarrollo entre el Sur y el Norte; los gastos excesivos en armamentos; la desigual distribución de los recursos entre ricos y pobres; la crisis de la deuda; el cambio climático; la disminución del ozono, la pérdida de especies y la desertificación, y un crecimiento desequilibrado de la población son importantes amenazas para la Tierra y la Humanidad.

La Cumbre de Río concentró su atención en la difícil situación de decenas de millones de personas de los países en desarrollo que padecen los efectos de un desarrollo insostenible y una pobreza extrema. Puso de relieve también las responsabilidades del 20 por ciento más rico del mundo, que consume el 80 por ciento de los recursos mundiales.

Como socialistas democráticos, nosotros debemos seguir trabajando a fin de lograr un marco para la acción internacional, regional y local que traiga al mundo el desarrollo sostenible y la equidad.

La Conferencia de Río fue la continuación del proceso de la Conferencia de Estocolmo, aunque todavía insuficiente. El aumento de las corrientes de cooperación, las políticas sociales y de planificación social y familiar para reducir la deuda, y mejores oportunidades de comercio deben seguir siendo metas importantes y esenciales.

La responsabilidad incumbe especialmente a los países industrializados. Ellos son los mayores contaminadores, unos más culpables que otros. Una quinta parte de la población mundial es responsable de las cuatro quintas partes de los daños ambientales. El mayor daño al medio ambiente mundial es el causado por la producción y las tecnologías derrochadoras, los modelos de consumo opulento de los países desarrollados y la explotación brutal de la fuerza de trabajo y los recursos del tercer mundo.

Pero hay oportunidades para mejorar la situación de las personas y de los países y para revertir esa tendencia. El fin de la Guerra Fría ha creado la posibilidad de transformar para el desarrollo los recursos anteriormente dedicados a armamentos. Abre también nuevos caminos al socialismo democrático. Nuestra fe en los conceptos de libertad, justicia y adopción democrática de decisiones es esencial en la lucha contra las amenazas al hombre y la Naturaleza.

La Conferencia de Río de Janeiro debe ser el punto de partida de una acción concertada y vigorosa de los gobiernos y de las Naciones Unidas. Deben continuar las negociaciones mundiales a fin de lograr compromisos a un nivel que corresponda a las necesidades de la salud humana y de un desarrollo sostenible.

La aplicación de los resultados de la Conferencia de Río de Janeiro sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo supone un desafío para toda la comunidad mundial. Hasta qué punto podrán traducirse en medidas prácticas las recomendaciones aprobadas y los acuerdos concertados dependerá en parte de nosotros socialistas democráticos, bien como partidos gobernantes o bien porque, como partidos de la oposición, podamos motivar o ejecutar esa acción.

Estamos convencidos de que se debe examinar continuamente el seguimiento de esos resultados de Río de Janeiro. Se deben cumplir los diversos compromisos mediante nuevos modelos de cooperación regional sobre ríos, mares interiores y regiones gravemente dañadas, o dentro de diversas asociaciones internacionales. Como partidos, debemos actuar de consuno dentro de los foros, para acelerar la evolución.

La Democracia es condición previa de un desarrollo sostenible. Debe expresarse a través de la participación pública y de consultas regulares entre los gobiernos, las organizaciones ambientales, los sindicatos y el público.

La prevención de la degradación del medio ambiente, el fomento de la protección ambiental y la gestión de los recursos naturales sobre la base de un desarrollo sostenible deben constituir los cimientos del progreso social y económico. Los principios de prevención y restablecimiento son sustanciales para la protección ambiental. Al proyectar productos e infraestructuras deben elegirse soluciones no contaminantes y eficientes. Se debe aplicar con más rigor el principio de ''quien contamina, paga'', como instrumento para la internalización de los costos ambientales.

Debemos entusiasmar a hombres y mujeres, a nuestros hijos y a nuestros países, para que hagan frente a ese desafío. Para proteger el medio ambiente, las actitudes y conductas ambientales deben cambiar. La educación, las iniciativas y la información son fundamentales para lograr cambios duraderos en los criterios de valor de una sociedad.

La perspectiva y la participación de la mujer en el medio ambiente y el desarrollo es también fundamental para alcanzar esas metas. Las mujeres y los niños han sido especialmente víctimas de la pobreza y del medio ambiente degradado.

Será esencial para el éxito o el fracaso de la aplicación de los resultados de la Conferencia de Río la forma de compartir, entre ricos y pobres, la carga y el desafío de nuestros esfuerzos comunes por vencer las amenazas mundiales.

Se debe garantizar a los países pobres un desarrollo sano. A menudo, ello se ve frustrado por subvenciones o barreras comerciales que desvirtúan el curso del comercio. Debemos ayudar a suprimir tales impedimentos. Las relaciones comerciales mundiales deben cambiarse para los países del tercer mundo. Se debe mejorar el acceso a tecnologías nuevas y favorables al medio ambiente. Dentro del GATT se deben examinar debidamente las cuestiones ambientales, de una forma más eficiente. Esto podría hacerse introduciendo posiciones diferentes para las mercaderías sostenibles y no sostenibles dentro del código de prácticas, como base para un trato también diferente por los reglamentos de exportación e importación.

Los recursos financieros y técnicos liberados en el proceso mundial de reducción de los gastos militares deben asignarse al apoyo activo del desarrollo sostenible, es decir, a aumentar la corriente de recursos financieros nuevos y adicionales para apoyar el desarrollo sostenible en los países en desarrollo y facilitar la participación mundial en los datos ambientales.

Deben continuar los trabajos en acciones internacionales y coordinadas para reducir o amortizar deudas -tanto oficiales como comerciales- de los países pobres. Se deben activar los foros ya establecidos y persuadir a quienes obstaculizan esa evolución, para que hagan posibles tales objetivos.

Los países ricos deben adoptar sus propios calendarios para lograr, antes del año 2000, la meta de las Naciones Unidas de destinar al menos el 0,7 por ciento de su PNB a la cooperación para el desarrollo. Además, esos países deben contribuir a la reposición inmediata y sustancial de fondos de instituciones financieras existentes como la AIF y el FIDA, el Fondo Mundial para el Medio Ambiente y los bancos regionales. Debe garantizarse también la gestión transparente y democrática de esos fondos.

Necesitamos nuevas ideas y nuevas instituciones para manejar los grandes desafíos de un mundo sostenible, a nivel nacional e internacional. Esto incluye la reforma del sistema de las Naciones Unidas y el funcionamiento de las instituciones existentes, como el Banco Mundial y el FMI, y la creación de instituciones financieras transparentes y democráticas. Esto exigirá también el cambio de estilos de vida y de la forma de producir bienes de consumo.

Como partidos, daremos prioridad a los programas orientados a lograr un desarrollo sostenible permanente. Esto afectará a casi todas las esferas políticas y departamentos gubernamentales. Se deben analizar los programas y planes para determinar su compatibilidad con un desarrollo sostenible. Deben eliminarse sistemáticamente las barreras institucionales, impuestos, etc. que obstaculizan esa evolución.

Tenemos que elaborar un informe anual en cada país sobre el medio ambiente y el desarrollo en relación con los compromisos contraídos en Río de Janeiro. Ese informe debe incluir metas y calendarios específicos. Nuestra contabilidad nacional debe realizarse formulando unos ingresos nacionales sostenibles que tengan en cuenta los daños ambientales. Los sistemas de tributación deben incluir el impuesto energético y ambiental, sin perder de vista la idea de la redistribución de la riqueza.

Tenemos que comenzar a aplicar inmediatamente la Convención sobre el Clima y empezar a trabajar para reforzar los compromisos en los países y los grupos de países, y a escala mundial, a fin de poder alcanzar unos niveles de gases de ''invernadero'' per cápita que sean sostenibles y equitativos a largo plazo. No son aceptables las soluciones en que los países ricos pueden liberarse mediante un precio de la adopción de medidas dentro de sus fronteras, por ejemplo prometiendo las llamadas fosas de carbón.

Una estrategia coordinada de la energía y el tráfico reducirá al mismo tiempo los contaminantes locales, regionales y mundiales.

Se necesitan cambios decisivos en el sector del tráfico, incluida la reducción del transporte. Todos los tipos de tráfico y todos los vehículos deben financiar sus propios costos. Las inversiones en transporte público e infraestructura, especialmente en las zonas urbanas, deben aumentarse. Se debe incrementar la función de la planificación social activa, a fin de minimizar los transportes. Se deben introducir, regional y mundialmente, nuevos requisitos más estrictos para vehículos y combustibles.

El ahorro de energía debe figurar a la cabeza del programa. Se debe fomentar una utilización más eficiente de la energía y el empleo de fuentes renovables. Estas actividades deben ser debidamente apoyadas y adecuadamente financiadas. Se debe crear una institución de las Naciones Unidas encargada de la conservación, las fuentes renovables y una infraestructura no contaminante en las esferas del transporte y la energía.

Los países industriales no deben cesar en sus esfuerzos por promover el desarrollo de tecnologías sostenibles y hacer que estén disponibles en todo el mundo. Deben desarrollarse y aplicarse técnicas ambientalmente satisfactorias, procesos de producción y productos que ahorren energía y reduzcan la utilización de recursos, y la integración de la protección ambiental en todas las esferas políticas. Se deben reducir las emisiones de los procesos industriales para que alcancen, en un futuro previsible, niveles inocuos.

Debe examinarse la función de las compañías multinacionales o transnacionales en sus políticas hacia los países en desarrollo. Con demasiada frecuencia, se promueve la exportación a los países en desarrollo de productos que son considerados perjudiciales en los países industrializados. Las políticas que protegen a las poblaciones de los países industrializados deben aplicarse igualmente en todo el mundo. Una comisión u organismo internacional debe vigilar y arbitrar en estas materias.

Es esencial la armonización de largo alcance, con normas ambientales estrictas, de los productos que atraviesan las fronteras nacionales. Se deben aplicar, nacional, regional y mundialmente, planes de acción para disminuir escalonadamente la utilización de sustancias peligrosas. Debe estimularse, mediante inversiones y actividades locales, la separación de los desechos en la fuente.

Dentro de las relaciones Norte-Sur, se debe proscribir la exportación de desechos peligrosos y tóxicos a los países pobres que necesiten urgentemente divisas fuertes. Debe someterse a control internacional estricto, a nivel mundial, la manipulación de todos los materiales fisibles de utilización militar y civil. Esto debe incluir el almacenamiento seguro de los desechos nucleares.

Los acuerdos para proteger la diversidad biológica deben ir acompañados de medidas de seguimiento concretas en el nivel de los países y regiones, y de recursos adicionales para conservación, investigación, etc.

En la mayoría de los países industrializados, la política agrícola ha dependido de un amplio sistema de precios subvencionados. Esto ha aumentado el exceso de producción y las amenazas para la diversidad biológica. Hay que mantener la variedad de paisajes cultivados, zonas vírgenes y diversidad biológica. Las subvenciones a la exportación deben disminuirse de forma importante y se debe reducir la utilización de plaguicidas y fertilizantes químicos, por ejemplo mediante incentivos económicos. Estas políticas deben ir acompañadas de medidas para garantizar ingresos rurales adecuados.

Debe hacerse más atractiva la agricultura extensiva. Los agricultores deben participar en programas de utilización sostenible del suelo. La actividad humana ha reducido radicalmente los bosques y zonas de arboledas, sustituyéndolas por zonas de pastoreo excesivo. El aumento de la cría de ganado y una gestión insuficiente de las zonas agrícolas ha producido la erosión del suelo. Las consecuencias principales son esa erosión del suelo y la desertificación de grandes zonas de la Tierra. Una de las cuestiones principales en una estrategia de desarrollo sostenible debe ser proteger el suelo, a fin de que pueda utilizarse en una perspectiva a largo plazo.

La política forestal a largo plazo implica que la silvicultura debe realizarse en formas que sean compatibles con los previos requisitos naturales. Esto significa utilizar métodos silvícolas adaptados a las condiciones naturales de la zona forestal de que se trate. Se deben ajustar los métodos silvícolas a fin de proteger la diversidad biológica.

La escasez de agua es el principal problema de medio ambiente y desarrollo en muchas zonas de la Tierra. La cuestión del suministro y gestión del agua, dentro de las fronteras nacionales y a través de ellas, debe basarse en deliberaciones entre usuarios del agua, planificadores y encargados de adoptar decisiones en todos los niveles.

Una de las mayores prioridades para preservar el medio ambiente es mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población, especialmente en las afueras de las grandes ciudades. Se deben adoptar medidas adecuadas para erradicar la pobreza y estimular el desarrollo rural y urbano.

Se necesita urgentemente una relación más equitativa entre los países ricos y los países pobres. Los buenos sentimientos de todos hacia la conservación sana y sostenible de la Tierra para nosotros, hoy, y para las futuras generaciones deben ir acompañados de la convicción de que la enorme distancia que separa a los ricos de los pobres debe acortarse progresivamente, año tras año. No hay esperanza para la Tierra si no se pone fin a la desigualdad entre las personas y entre los países.

Todos queremos, dentro de veinte años, compartir una nueva realidad, en la que la Tierra sea preservada y las naciones se sientan más unidas.