Hay momentos en la historia de un país en que se hace necesario cuestionar colectivamente la eficacia de las soluciones propuestas, los medios empleados y los resultados obtenidos. Ese momento ha llegado ahora, Guinea ya no puede seguir funcionando como la ha hecho durante mucho tiempo. La pobreza va en aumento, la salud pública es casi inexistente, la cesantía alcanza unos niveles insoportables y la brecha entre ricos y pobres crece cada día sin que los poderes públicos realicen ninguna acción para detener este flagelo o para restablecer las normas y los equilibrios necesarios.
Hoy en día, la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza, es decir que un Guineano sobre dos no come lo suficiente, no puede sanarse cuando enferma, no puede afrontar los costos de escuela de sus hijos, en resumen, no logra costear sus necesidades más elementales. Es en el interior del país donde este fenómeno se hace evidente de la manera más brutal y más violenta, ya que el 86% de los Guineanos pobres viven en zonas rurales.
El cuidado adecuado de la salud en Guinea es un milagro: nuestros hospitales y dispensarios carecen de todo y se hallan en un avanzado estado de dilapidación y de antigüedad. ¿Cuántos serán los Guineanos que renuncian a buscar atención médica llegando a morir por falta de ella? La atención médica es muy costosa y a veces es equiparable a la entrada mensual de una persona de la cual depende la vida de toda una familia. El Estado asigna solamente el 6% del presupuesto nacional al sector de salud. Esto es verdaderamente irrisorio si se compara con las inmensas necesidades de la población. Por lo tanto, es imperativo que se tomen las medidas adecuadas para facilitar a todos un acceso equitativo al cuidado de la salud, y la creación de dispensarios y de unidades de salud en todo el país, incluyendo también a las aldeas pequeñas. Este desafío es una prioridad más importante que la lucha política, ya que un país enfermo no puede enfocar correctamente sus esfuerzos de desarrollo. ¿Cómo construir un futuro sostenible a partir de este quiebre económico y social que pone en grave peligro la paz y la seguridad de nuestro país? Este debe ser el único propósito de nuestro compromiso político. Esta es mi mayor preocupación.
Nosotros tendemos a menudo a usar la política para expresar nuestra oposición. Eso ciertamente puede ser útil para lograr el triunfo de proyectos, ya que esto corresponde naturalmente a la finalidad que tienen las contiendas electorales. Pero cuando llega el momento en que las rivalidades destruyen o empobrecen a un país, debemos buscar nuevas maneras de hacer política, a fin de que ella ayude a construir, a elevar las conciencias, a resolver los problemas de los ciudadanos: nuestros hijos, nuestros hermanos y hermanas de Guinea. La perfección no es de este mundo, admito que yo mismo he cometido errores en el pasado, como todo hombre de acción enfrentado a la rudeza de los embates políticos. He conocido la prisión, las privaciones, el sufrimiento, pero jamás he renunciado a hacer lo que creo es bueno, a cuestionarme sobre mis acciones, a mantener una autocrítica permanente sin la cual caemos en el encierro y en la autosuficiencia. Debemos reaccionar de manera diferente: imaginar nuevas maneras de pensar y de actuar, inventar nuevas solidaridades, y una nueva convención de objetivos basados en el trabajo, la ética, la justicia, la transparencia y el compartir.
El gran desafío que nos espera no se reduce solamente a la conquista del poder, sino que debe permitirnos actuar para que los Guineanos puedan vivir mejor en Guinea. La Guinea es rica, pero la gran mayoría de los Guineanos son pobres. ¿Cómo hacer para que la curva se revierta, para que nuestros compatriotas puedan trabajar, sanarse, alcanzar un nivel de vida decente como en todo país digno de ese nombre? Este es el mayor desafío al que debe responder cada uno. Es por eso que invito a todo el mundo, cualesquiera sean sus convicciones o su filiación política, a unirse a esta dinámica de progreso y de unidad para el bienestar de todos.
Nuestra juventud está quebrantada: ella constituye una mayoría minoritaria al margen de la vida económica, social y política. Y, sin embargo, de 4 Guineanos 3 tienen menos de 30 años y cerca del 45% de los Guineanos tienen menos de 15 años. Somos una población joven en su mayoría. Esta mayoría debe evidenciarse a nivel de nuestras instituciones y de nuestras acciones de desarrollo. Más que declaraciones de intención, una voluntad política fuerte debe desprenderse de nuestro proyecto para hacer de nuestros jóvenes el vehículo de desarrollo y de modernización de nuestro pueblo.
Hoy en día, muchos jóvenes, sobre todo los jóvenes diplomados, tienen problemas para integrarse económicamente en Guinea. Habiendo tratado y al no tener oportunidades de empleo, ellos tienen razón de sentir que los mayores les cierran las puertas a su inserción profesional. Debemos poner fin a esta injusticia y ayudar a que su deseo de asumir sus responsabilidades se cumpla en nombre de la justicia y del futuro de nuestro país. Si no se cambia de rumbo tan rápido como sea posible, la rebelión de los jóvenes puede ser implacable.
El levantamiento popular de comienzos del año 2007 destaca la urgencia de llevar a cabo profundas reformas en nuestro país, tanto desde el punto de vista político, como del económico y social. Estas reformas no pueden hacerse sin abrir una nueva página política, para lo cual es necesario un cambio de régimen. Esto es una condición necesaria e indispensable para iniciar rápidamente un conjunto de medidas que cambien las viejas costumbres de clientelismo, los tejemanejes políticos y también los múltiples deslices mafiosos que socavan la gestión sana de nuestra economía, de sus recursos naturales y cuyos efectos, en la inmensa mayoría de los casos, no benefician a los Guineanos. Es preciso que estas riquezas nacionales enriquezcan a los Guineanos y que ellos lo sientan en sus vidas diarias, cuando van al hospital, cuando utilizan los medios de transporte o reciben sus salarios.
Debemos construir este nuevo espacio de diálogo al que estarán invitados todos los Guineanos sin restricción alguna. Debemos hacerlo sin resentimiento, sin odio y sin espíritu de revancha. Porque yo estimo que cualquiera que sea nuestra filiación política, nuestras adversidades en las contiendas electorales, todos nosotros amamos a Guinea y debemos respetarnos por ese motivo. Nelson Mandela, gran figura del Africa, un modelo para todos nosotros por su valentía, su tolerancia, su excepcional obra humanitaria, ha triunfado al construir la Nación Arco Iris a partir del perdón, de la entrega de sí mismo a la causa de su pueblo. Este es el hombre que me inspira a seguir este camino y a hablar de esta manera acerca de otros y acerca de mi país.
Esta es la razón por la cual este espacio de entendimiento alrededor de temas de desarrollo debe constituir el pedestal de una nueva plataforma donde partidos políticos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil (particularmente el medio asociativo) y los credos religiosos, se concentren para promover un verdadero consenso de acción para que lo esencial de los recursos del país sea dedicado a mejorar el nivel de vida de nuestros conciudadanos y no a enriquecer la casta de privilegiados. Al presentar los problemas de esta manera, no deseo de ninguna manera ignorar la legitimidad de la acción política y de los partidos. Pero la política no debe fundarse solamente sobre lo que oponemos, ella debe también unirnos alrededor de lo esencial, es decir para nosotros los Guineanos: la GUINEA.
Esta es la noble tarea a la que invito a todos aquéllos que, como yo, creen que el interés superior de la Guinea y de los Guineanos debe asumir la prioridad sobre toda otra consideración de partido, de etnia, de región o de interés personal. Lejos de negar las diferencias, convirtámoslas en herramientas para construir una nación unida, fuerte y próspera.
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